PRESIDENTE FELIPE CALDERÓN
Presente.
Dos días después de la tragedia del Casino Royale, que enlutó a México entero, fui testigo en Monterrey de una de las escenas más indignas para nuestras gloriosas Fuerzas Armadas.
La mañana del sábado 27 de agosto unidades del Ejército mexicano custodiaban algunos casinos de la metrópoli regiomontana.
Unos dicen que los soldados vigilaban que no se repitiera la tragedia en otros casinos; algunos más, que cuidaban el traslado o el decomiso de máquinas tragamonedas. Es lo de mos.
¿Para eso dispuso usted sacar a las calles a una de las pocas instituciones que todavía gozan de la credibilidad y de las simpatías de los ciudadanos? No lo entiendo, Señor Presidente.
¿O es que usted acepta que el uniforme del Ejército o el de la Marina Armada se pongan al servicio de intereses muy particulares, cuestionables y poco claros?
Si la vigilancia para las instalaciones o para la remoción de las tragamonedas en los casinos era indispensable, lo sensato habría sido enviar a las policías locales. Municipales o estatales.
Y si no existiera confianza, a la Policía Federal. ¿O es que tampoco le tiene usted fe a éste que se presume el cuerpo élite de la seguridad nacional?
Lo que estas escenas vienen a demostrar, Señor Presidente, es que, por incompetencia o por complicidad, la estrategia del combate al crimen organizado está terminando por servir a aquellos a los que pretende combatir.
Y es que nadie en su sano juicio puede entender cuál fue la urgencia de que en el sexenio de Vicente Fox se modificaran sustancialmente las leyes y los reglamentos de juegos y sorteos para legalizar la operación de los casinos en México.
El argumento de entonces fue que tenía que romperse el monopolio del juego que estaba en manos de políticos priistas. Porque con ese dinero sucio se apuntalaban las campañas políticas, desde alcaldes hasta presidentes.
De hecho fue su rival en la elección interna del PAN para elegir candidato en el 2005, Santiago Creel Miranda, quien como Secretario de Gobernación alentó la nueva y muy cuestionada legislación.
Un sexenio después, Señor Presidente, no sólo existe el Zar de los Casinos que presuntamente favorece al PRI y al que por cierto su administración intentó consignar sin éxito por posesión ilícita de armas.
Ya se habilitaron también otros zares de los casinos que favorecen al PAN y a otros partidos políticos, en sus ambiciones de conquistar y retener el poder en disputa.
Y si lo duda, pregunte en Monterrey para que le informen cuántas campañas políticas, del PRI y del PAN, son financiadas con ese dinero negro.
Son aportaciones que salen de maletines con efectivo, surtidos por algunos de los poderosos propietarios de esos casinos a los que hoy se envía a nuestro glorioso Ejército a custodiar.
Y si tiene problemas para que le den sus nombres, mande llamar a algunos alcaldes, ex alcaldes y hasta diputados de su partido, el PAN. Alguno de ellos podría explicarle cómo consiguen que un dueño de casinos les regale –desinteresadamente- un helicóptero “para reforzar la seguridad” de la metrópoli regiomontana.
O quizás deba preguntarle a su Secretario de Gobernación el por qué autorizó la operación del Casino Royale y de otros once más, cuando no tienen la aprobación de construcción del municipio, requisito sin el cual no puede avalarse su apertura.
Por eso pocos creen en su discurso, Señor Presidente. Porque esas palabras del “no dejaremos solo a Nuevo León” suenan huecas.
Tan vacías como cuando las dijo ya antes en el mismo Monterrey. Desde los asesinatos de los estudiantes del Tecnológico, pasando por el recuento de los daños del huracán “Alex” y ahora la tragedia del Casino Royale.
Si en verdad quiere usted hacer justicia, debería comenzar por investigar al político que puso a Monterrey y a Nuevo León entero en la ruta del colapso criminal y social que hoy se vive: Natividad González Parás.
La denuncia ya está en sus manos. Se la envió a través de la embajada de México en Estados Unidos, la cuñada del ex gobernador de Nuevo León, Martha Maiz de Zuazua. Con denuncias, testimonios personales e informaciones suficientes para proceder, al menos, a una profunda investigación.
Y si desde que usted asumió la presidencia hizo un llamado a los ciudadanos para que denunciaran todo acto de corrupción, no veo por qué pasan semanas de esa denuncia y la impunidad se mantiene vigente.
¿Con ese desdén se premia el valor civil de una mujer que se decidió a dar la cara y a asumir el costo de una peligrosa denuncia contra un poderoso?
Pero la pregunta de fondo debe estar en preguntarle por qué insistimos en preservar a los casinos, cuando son la excepción y no la regla los que operan bajo el paraguas de la ley.
No sería mejor, Señor Presidente, prohibir la operación de casas de apuestas en las zonas urbanas como la ciudad de México, Monterrey o Guadalajara y autorizarlas sólo en sitios turísticos como Cancún, Acapulco, Vallarta o Los Cabos.
Usted mejor que nadie sabe que una buena cantidad de esos casinos operan hoy como “la banca negra” del crimen organizado.
Por eso es un contrasentido que si usted tiene abierta una guerra contra el narcotráfico, mantenga al mismo tiempo protegidos muchos de esos centros para blanquear sus ganancias.
De ahí la pregunta: ¿Cuál es su apuesta, Señor Presidente?
Esperemos que no sea la de exponer a nuestros soldados a poner en riesgo el respeto y el prestigio del cual todavía gozan, como ya lo vimos el pasado sábado 27 de agosto en Monterrey.
Y sí en cambio asumir la responsabilidad de que su antecesor, Vicente Fox, se equivocó al abrir el juego que terminó creando un coctel mortal en el que se mezclan la ludopatía, la ignorancia, la pobreza y las mafias criminales.
¿Se atreverá usted a romper los compromisos del pasado? ¿O son tantas las deudas del presente y los compromisos para futuro que no hay espacios para rectificar?
De poco sirve presentar a un Hank, al “JJ”, a “La Barbie”, a “El Grande”, al Greg o a cuanta mitología se fabrica, si al final de cuentas no hay resultados. Volvemos a la impunidad.
¿Cuántas vidas más, Señor Presidente? ¿Cuánto tiempo más confiándole la seguridad nacional a quien lo mejor que se le puede decir es que va a cumplir dos sexenios de absoluta incompetencia, en una absurda ecuación de más presupuesto y más violencia?
Usted tiene la última palabra. Este primero de septiembre apueste por ella. Apueste por México.
domingo, 11 de septiembre de 2011
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